Ladrones de alegrías - La lección de jaguares
Compartimos una nueva columna de Sebastián Perasso.
La actuación de nuestro seleccionado nacional de futbol en el mundial de Rusia nos ha permitido ver con nitidez, como a través de una lupa, muchas de las conductas que enmarcan a un gran número de argentinos.
Nuestra capacidad de generar alegrías propias, es decir aquellas que surgen por obra exclusiva del propio sujeto, constituyen un escenario cada vez más escaso.
Frente a la perdida de iniciativa, al deseo de superarse y a las ganas de trascender en alguna esfera de la vida (en este caso el deporte) siempre estamos esperando colgarnos de alegrías ajenas, sumarnos a epopeyas de otros para disfrutar de ellas como si fueran absolutamente propias. Estamos paralizados y somos incapaces de edificar alegrías propias y verdaderas.
Me refiero a la actitud de muchos hinchas argentinos. Y frente a ese escenario el mundial de futbol desnuda como ningún otro acontecimiento deportivo nuestro ser argentino, un cumulo de virtudes y otros tantos defectos.
Alguna frase devenida en canción como la que dice “Messi traeme la copa” constituye una radiografía cabal que sale de nuestro subconsciente. Representa el pedir, el exigir del otro. Implica la imploración del trabajo del otro para la construcción de alegrías propias. Por ello, cuando los objetivos deseados y anhelados no se alcanzan (ganar un mundial) la decepción es tan grande que se desmorona todo y duele tanto como si fuera propia. A su vez, cuando el fracaso toca la puerta el sentimiento de venganza hacia los protagonistas esta al vuelta de la esquina.
Solo hay gratitud cuando “el otro” satisface “el pedido” y nos regala alegrías que creemos propias. De lo contrario, bastardeamos al sujeto responsable hasta límites insospechados.
Así, nuestra ira disfrazada de diferentes formas (canciones agresivas, memes que ridiculizan, etc) solo intentan apaciguar nuestra frustración, nuestro enojo, nuestro desencanto que es producto de la “ingratitud del otro”. En el mundo de la descalificación ellos son “fracasados, “pechos fríos, “desagradecidos” y “no quieren a la selección”…
El fracaso del otro ahora los enaltece, porque la derrota de los consagrados es la revancha de los mediocres.
En la lógica perversa que se construye en el subconsciente, si jugadores y personas exitosísimas (como Messi y compañía) fracasan, entonces también nosotros podemospermitirnos fracasar. Pero antes debemos denostarlos, herirlos, agredirlos. Ellos sufren el bullying en el reino de la mediocridad. Así, la “revancha” quedará consumada y podrán descansar tranquilos hasta la próxima faena...
La lógica de los mediocres justifica todo. Utilizan la pluma, los labios (y las redes sociales) como facón, como herramienta que duele y que necesariamente tiene que herir. Es que si nosotros nos sentimos heridos en nuestro amor propio (“somos los mejores del mundo”) no podemos dejar de herir al autor.
En ese escenario son los grandes deportistas (Messi, Del Potro, etc) los destinatarios de pagar la “humillación” de que los demás (espectadores) no ganen nada. Si ellos pierden son ingratos con los demás, con todos aquellos “espectadores de la realidad” que solo tienen éxito a través del éxito de los demás.
Frente a ese contexto enfermizo, debemos tratar de salir, de dejar atrás ese espiral que nos atrapa y escapar de una buena vez de nuestra postura de victimas, de observadores. Tomar la iniciativa e ir en busca de nuestros propios sueños es el desafío como argentinos. Dejemos de esperar, dejemos de depositar en el otro la construcción de nuestras alegrías y vayamos a buscarlas sin renuncias ni claudicaciones, con toda nuestra energía, pasión y determinación.
Por supuesto que no es el camino fácil ni el mas cómodo. Porque la comodidad es esperar del otro y no involucrarse. Tomemos el ejemplo del equipo de rugby de Jaguares. Tomaron conciencia de que ver un partido de futbol es un evento que distrae, que quita energía y que ello podía ser un factor de dispersión que los pudiera alejar sus propias metas u objetivos. Así, decidieron no ver el partido del seleccionado frente Francia y enfocarse de cuerpo entero en “su partido”. Quisieron, en rigor, edificar y construir sus propias alegrías. Al final del día, el deporte y las circunstancias le dieron su rédito. Jaguares solo se preocupó de hacer bien su faena y terminó el día con la alegría del triunfo y el camino más allanado hacia la clasificación. La derrota argentina en el mundial no los arrastró mentalmente y pudieron construir sus propias epopeyas deportivas…
Por Sebastián E. Perasso para Norte Rugby.
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