Barrera Oro: “Di todo lo que tenía para dar”
Lucas Barrera Oro, uno de los emblemas de “Uni” y del rugby tucumano le dijo adiós al deporte.
“A mí me gusta divertirme, porque al fin y al cabo esto es un juego. El día que no lo sienta así, sabré que es momento de irme”. Cuando Lucas Barrera Oro soltó ese postulado en 2014, lo cierto es que no reveló nada. Simplemente trasladó al plano verbal algo que llevaba diciendo con acciones prácticamente desde que empezó a jugar, hace 30 años. Tirando sombreritos, dibujando gambetas, amagando con sutileza, transformando pelotas sin destino en revers a la carrera y resolviendo situaciones apremiantes y pantanosas con los conejitos que sacaba de la galera. “Divertirse por sobre todas las cosas” fue siempre el primer mandamiento de su credo rugbístico.
Pero no hay plazo que no se cumpla, y ese día fatal del que hablaba finalmente llegó: Lucas reconoce que la chispa adentro suyo se apagó. Que ya no se divierte como antes. Y por eso decidió que ya no volverá a jugar. Que su último partido fue en Don Torcuato, contra Hindú, por la tercera fecha del Nacional de Clubes.
“El lunes le comuniqué a mis compañeros y entrenadores mi decisión de no seguir. No pude aguantar las lágrimas. Yo sé que no es el mejor momento para que me vaya, y menos siendo el capitán, y por eso les pedí mil disculpas. Pero yo no puedo más. No es algo que surgió de la noche a la mañana. Se trata de una sumatoria de cosas que me llevaron a meditar y a tomar esta decisión”, cuenta Lucas.
“Cuando uno juega al rugby, a veces se deja llevar por la pasión y pierde el foco en otras cosas. Y más cuando tenés la responsabilidad de ser el capitán. Y mientras yo me preocupaba por el equipo, por mis compañeros, del otro lado tenía a una familia que me pedía a gritos que le prestara atención”, resume el fullback, a quien en casa lo esperan su esposa, “Abi”, y sus hijos, Nicanor (3 años) y Catalina (1). Y completa: “mi mujer me bancó siempre, porque sabe lo que el rugby es para mí. Sabe que en el club yo me siento bien, me siento respetado. ¿Y qué persona en su sano juicio renunciaría a un lugar así? Solo quien tuviera algo más importante que eso. Y yo lo tengo: es mi familia”.
» El de guantes negros
Como todo fullback, Lucas debió lidiar con el inconveniente del “último hombre”: mientras la pelota se debatía en el medio de la cancha entre forwards que se mataban a tackles, él debía esperar paciente allá en el fondo su momento de entrar en acción. Cuando el óvalo por fin llegaba a sus dominios, Lucas lo atenazaba entre sus guantes negros e iniciaba el contraataque, ya sea replicando con el pie, buscando el pase o directamente encarando al malón a contrapierna. Y allí donde la lógica indicaba buscar la opción segura, el capitán no temía salirse del libreto y tirar un lujo para descomprimir. La alegría siempre fue un ingrediente indispensable en el estilo de Barrera Oro, hasta casi ser un reflejo de su estado de ánimo.
“Hay quienes me dijeron que no juego de la misma manera cuando estoy mal o bajoneado por algo. No sé, yo me divierto haciendo cosas distintas, y si no las hago, ya no soy yo. Sería traicionarme a mí mismo, y a los que esperan otra cosa de mí. Además, ¿para qué quiero jugar si no es para divertirme?”, se pregunta Lucas.
Por eso mismo, porque ese factor indispensable ya no está en su interior, es que el capitán de las “Serpientes” niega la posibilidad de volver más adelante. “Los que me conocen, sabe que mi decisión es irreversible. A mí siempre me gustó jugar toda la vida al mejor nivel y apuntar siempre a lo más alto, tanto a nivel personal como de equipo. Hoy no tengo tiempo ni fuerzas para cumplir con ese estándar. Alguno podrá decir que baje la carga y juegue en preintermedia, pero no quiero. No porque desmerezca a la preintermedia, sino porque, más allá de que me guste divertirme jugando, me entreno al máximo o no me entreno. No me van las medias tintas. Aparte, ya estoy por cumplir 35 años, y prefiero que me recuerden bien antes que como un viejo que juega porque tiene experiencia y nada más”, enfatiza el ex jugador de los “Naranjas”, que tampoco está interesado en un partido de despedida.
“Prefiero que se queden con lo que fui, jugando en serio, como uno más, no siendo la estrella del día. Además, no es momento. El club tiene un partido muy importante contra un rival muy difícil, que es Hindú, y yo no tengo por qué perturbar eso. Quizás en otras circunstancias hubiera hecho algo, pero no. Ya soy un ex jugador”, cierra la cuestión.
» Vida nueva
Aseguran los que ya han pasado por el trance del retiro que el verdadero vacío no está en dejar de jugar, sino en no tener que ir a entrenar. “¡Me pasó! Los martes me desocupaba a las 20 porque a las 21 tenía entrenamiento en el club. Pero este martes llegó esa hora y se me estaba haciendo largo el día. Estaba medio descolocado, no sabía bien qué hacer. En un momento, le digo a mi mujer: ‘me sobra el tiempo’. Pero la realidad es que no me sobra, que ahora lo puedo usar para estar con mis hijos, para ver una película o simplemente para relajarme. Me pasó ese mismo martes: mi mujer cocinando a la noche y yo acompañándola en la cocina mientras tomaba un vino y charlábamos. ¡No lo había hecho nunca a eso!”, cuenta.
Eso sí, el rugby siempre tendrá un lugar en su agenda. “No podría desligarme jamás del club. Llevo un tercio de mi vida en esto y seguramente lleve un tercio más. Como entrenador, como dirigente o simplemente como padre, porque a mi hijo Nicanor ya lo estoy llevando, je”, se enorgullece.
Se dice que la verdadera satisfaccción de un rugbier no está en ganar, sino en dejar la cancha vacío, sabiendo que entregó todo. Y esa es la sensación con la que Lucas termina este partido que duró 30 años: “me voy totalmente vacío. Siento que di todo, que ya no más dentro de mí para dar. Aposté al rugby durante 30 años. Ahora decido apostar por mi familia y por mí”.
Por Federico Espósito - LG Deportiva.
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